El pasado martes -5 de enero de 2010- se inauguró en Dubai (capital de los Emiratos Árabes Unidos) el rascacielos más alto del mundo, título que seguramente ostentará durante bastante tiempo. Hasta la fecha, el record lo ostentaba la torre Taipei 101, en Taiwán, con 508 metros. La Torre Burj de Dubai alcanza desde su base hasta el extremo de la antena que la corona la friolera de 828 metros, lo que supone 320 metros más, un hito difícilmente superable.
Quizás se pregunte, por qué he elegido los rascacielos como tema para una nueva entrada del blog. Piense por un momento en las distintas condiciones meteorológicas que se deben dar entre el nivel de suelo y un nivel de atmósfera situado a 828 metros de altura y empezará a comprender cuál es el interés que persigo. Se trata, ciertamente, de 2 mundos meteorológicos diferentes los que podemos tener en la parte baja y en la alta de un edificio como la Torre Burj. Incluso, no tenemos que irnos al mayor rascacielos del mundo para empezar a ver importantes diferencias, pues basta con ascender un par de centenares de metros desde el suelo para comenzar a notar cambios importantes en algunas variables meteorológicas como la temperatura o el viento, amén de la presión atmosférica, que disminuye continuamente al ascender.
En el caso de la temperatura, aunque su perfil vertical varía con el tiempo y en cada lugar, en una atmósfera estándar dicho “gradiente térmico vertical” es de -0,65 ºC/100 m; es decir que por cada 100 metros que ascendamos hacia arriba, el aire se enfría “teóricamente” 6 décimas y media de grado. Si echamos el cálculo para los 800 metros (en números redondos) que tiene la Torre Burj, obtenemos como resultado 5,2 ºC; es decir, que en la parte alta de la Torre la temperatura sería del orden de 5 grados centígrados más baja que en el base. Teniendo en cuenta la sequedad ambiental que domina en la zona de Dubai, dicha diferencia puede fácilmente ser el doble, de manera que en un día típico por allí no sería difícil tener 35 ºC a ras de suelo y apenas 25 en las últimas plantas del gigantesco edificio.
El viento es otra de las variables meteorológicas que cambia de forma importante al ascender por la atmósfera. Desde el nivel del mar hasta unos 3.000 m, aproximadamente, el viento va intensificándose de forma más o menos continua al ir ganando metros. Dicho aumento no es constante y puede verse sometido a muchos cambios bruscos, pero en general soplará tanto más fuerte cuanto más arriba nos situemos. Dicha circunstancia han de tenerla en cuenta los ingenieros y arquitectos que diseñan estos enormes rascacielos, ya que el empuje creciente del viento debe ser compensado en todo momento por la propia estructura del edificio, en consonancia a su vez con su peso. Al contrario de lo que podríamos pensar, las grandes torres no son estructuras rígidas, ancladas en el suelo, sino que cimbrean al son del viento y están dotadas de un movimiento oscilante que en la parte más alta puede llegar a ser de varios metros en torno a la posición estática de equilibrio. Sólo así los rascacielos pueden resistir sin problemas las fuertes rachas de viento que se alcanzan en su parte superior.
Para dar por terminado mi comentario, quizás una de las imágenes que deja más a las claras las diferencias que puede haber en el tiempo que tengamos en la parte alta y en la baja de un rascacielos, es la de las últimas plantas de los rascacielos emergiendo por encima de una niebla, circunstancia que ocurre cada cierto tiempo en Dubai, en que se forman nieblas marítimas en el entorno de la ciudad que logran penetrar a veces en la urbe, dejando únicamente visible los topes de los edificios más altos. Los privilegiados inquilinos de las últimas plantas de la Torre Burj podrán disfrutar de vez en cuando del espectáculo de un mar de nubes desde sus viviendas.