Cenizas y chubascos

El pasado fin de semana cobraban protagonismo tanto las cenizas expulsadas por el volcán islandés Eijafjalla, como los chubascos tormentosos que se han ido extendiendo por muchos lugares de nuestra geografía, algo que entra dentro de la normalidad meteorológica propia de la primavera. En cuanto a las cenizas del volcán, este nuevo acercamiento a la Península Ibérica se ha visto favorecido por un régimen de vientos que las ha extendido por una amplia región del Atlántico Norte, alcanzando a parte de nuestro país.

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En esta ocasión, he vivido en primera persona el cierre de los aeropuertos, ya que ayer domingo tenía previsto coger un vuelo desde A Coruña a Madrid a las 13:30 h, pero tras el cierre del aeropuerto coruñés durante la jornada del sábado, mi vuelo se canceló. Tuve que volver a Madrid por carretera en un coche de alquiler, con varios de mis compañeros de la radio, ya que estuvimos haciendo el programa “No es un día cualquiera”, de RNE, desde el Palacio de la Ópera de Coruña. Imagino que se contarán por miles las historias parecidas a la nuestra, en la que la llegada de las cenizas trastocó los planes de viaje.

Lo cierto es que desde que a mediados de abril el Eijafjalla entró en erupción, no ha parado de lanzar a la atmósfera cenizas, lo que ha propiciado esta situación que estamos viviendo y que no deja de sorprendernos. La mayor o menor incidencia de las cenizas va por barrios, siempre a merced del régimen de vientos. Ahora nos está tocando de lleno a los países mediterráneos, mientras que cuando se produjo el gran caos aéreo fueron nuestros vecinos del centro y norte de Europa los más afectados. Aunque es difícil vaticinar qué es lo que puede acontecer en las próximas semanas, de momento el volcán no muestra signos de debilidad, sino incluso hoy mismo –lunes 10 de mayo– ha mostrado un repunte de su actividad interna. Mientras que el volcán siga inyectando materiales a la atmósfera, el riesgo de un nuevo caos aéreo o, al menos, de incidencias en el normal desarrollo de las operaciones aéreas, seguirá latente.

Algo más de seguridad tenemos sobre el tiempo que tendremos estos próximos días por España. Se mantendrá inseguro, con bastantes nubes (de las de vapor de agua) en los cielos y los consabidos chubascos primaverales, sin que de momento vaya a experimentarse un repunte de las temperaturas y la llegada del asfixiante calor. Debo confesarle que los cielos de la primavera son mis preferidos, ya que a la blancura del tope de los cúmulos y su característico aspecto algodonoso o aborregado hay que sumar el colorido del paisaje. El hecho, además, de que haya llovido tanto este invierno, contribuye a dar más verdor a nuestros campos, tal y como puede atestiguar ayer en mi viaje por carretera desde A Coruña hasta Madrid. Pocas veces he visto tan verdes los páramos castellanos.

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Mis buenos amigos Ramón Baylina y Conchi Ciurana me mandaban hoy esta maravillosa fotografía captada en tierras tarraconenses, en la zona costera situada  entre Altafulla y Tarragona, que sintetiza a la perfección mis comentarios del párrafo anterior. Esa conjunción única entre la tierra y el cielo que sólo se da en primavera. Les aconsejo que se den una vuelta por el blog de mis amigos, para deleitarse con muchas otras fotografías de la siempre cambiante atmósfera y todo lo que en ella acontece: http://meteopallars.blogspot.com

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