Recientemente, estuve en la biblioteca de la sede central de AEMET en Madrid, buscando información acerca del número de personas que fallecen cada año en España víctimas de los rayos. Los datos los encontré publicados en los Calendarios Meteoro-fenológicos que nuestro servicio meteorológico comenzó a publicar en 1943. La estadística de las defunciones por rayo se inició en 1941 por iniciativa del meteorólogo José María Lorente, quien recopilaba en sus artículos los datos del Instituto Nacional de Estadística. Dicha información se incluía en una sección de los citados Calendarios llamada “Triste estadística” y su exactitud y veracidad está fuera de toda duda, ya que según se puede leer, “(los datos) son absolutamente fidedignos, porque proceden de los boletines demográficos que los Jueces municipales, encargados del Registro Civil, envían a los delegados de Estadística de cada provincia; boletines en los que consta la causa que produjo la defunción.”
En la actualidad, el número de personas que mueren cada año víctimas de los rayos se sitúa entre las 10 y las 15. Dicha cantidad supera a los menos de 10 que teníamos durante la década de 1980 y principios de los 90, debido fundamentalmente al auge de los deportes y las actividades al aire libre (y posiblemente también a una actividad tormentosa algo mayor), si bien el número es muy inferior al que se registraba en los años 40, 50 y 60, en los que morían cerca de 70 personas de media al año. La población por aquel entonces vivía en su mayoría en zonas rurales, dedicándose en gran número a labores agrícolas y de pastoreo. En la década de 1970, la gente comenzó a abandonar los pueblos y a desplazarse a vivir a las ciudades, lo que queda reflejado en una marcada disminución del número de fallecidos por rayo.
Entre 1941 y 1980, murieron en España un total de 1981 personas víctimas de los rayos, de los que menos de una quinta parte fueron mujeres (373) y el resto hombres (1608). Dicha circunstancia obedece al hecho de que eran los hombres los que mayoritariamente desempeñaban las tareas del campo, quedando las mujeres encargadas de la faena en el hogar, donde cuando había tormenta estaban más protegidas.
Entre los años más mortíferos de la serie destacan tres: 1949, 1955 (año record) y 1959, con 132, 133 y 130 víctimas mortales respectivamente. La actividad tormentosa fue mayor durante esos años, lo que tiene su reflejo en esa “triste estadística”. En la actualidad, la presencia de una red de detección de descargas, permite conocer con precisión el número de rayos que impactan contra la superficie terrestre, así como su distribución espacial y temporal. Aunque la probabilidad de que a una persona le caiga un rayo a lo largo de su vida es bastante pequeña (salvo que actúe de forma temeraria, en cuyo caso aumentará significativamente dicha probabilidad), una tormenta de las normalitas deja varios miles de rayos en una zona no excesivamente extensa, lo que pone de manifiesto el peligro que acarrean las tormentas. En una próxima entrada al blog ofreceré algunos datos más sobre el particular.