Así, de primeras, parecen dos elementos incompatibles; sin embargo recientemente pudimos verlos juntos en una de esas escenas con las que la Naturaleza nos sorprende a veces. Ocurrió justamente hace una semana en Islandia, concretamente en las enormes planicies que en el sur de la isla forma el glaciar –de nombre impronunciable- Eyjafjallajokull, que es el quinto más grande de Islandia. Bajo el enorme y refulgente manto de hielo que conforma ese glaciar, un volcán entró en erupción expulsando lava y provocando este material incandescente una súbita fusión de hielo que obligó al desalojo de las personas que habitan zonas próximas al lugar.
El hecho de que el volcán entrara en erupción de madrugada dio lugar a un espectáculo visual de primer orden, captado por las cámaras de televisión y por algunos privilegiados fotógrafos que se desplazaron a la zona –guardando la lógica distancia de seguridad– para inmortalizar algo único que no ocurría desde hace 189 años (en 1821).
La noticia, por su lógico exotismo y fuerza visual, apareció en un buen número de periódicos y en no pocas televisiones de todo el mundo. El volcán subterráneo cubre una extensión de unos cien kilómetros cuadrados, tiene una altura de 1.666 metros y su cráter tiene un diámetro de entre 3 y 4 kilómetros. Para ubicarlo de forma algo más precisa en el mapa, se sitúa –como ya dije– en el sur de Islandia, a unos 118 kilómetros al este de la capital, Reikiavik. Según las crónicas locales, al poco tiempo de entrar en erupción, un manto de cenizas empezó a cubrir primero y a depositarse después sobre las poblaciones más cercanas al cráter, como Fljostshild, lo que obligó a las autoridades del país a hacer evacuaciones preventivas, por el temor a que la fusión del hielo de lugar a inundaciones súbitas y provoque el desprendimiento de grandes bloques de hielo. Algunos lugareños comentaron que vieron luces brillantes emanando del glaciar y un constante flujo de lava.
En el anterior video, colgado en Youtube, podemos comprobar la belleza que encerró esta singular erupción en mitad del desierto de hielo. Lo cierto es que la actividad volcánica es habitual en Islandia; no en vano, del orden de 150 erupciones volcánicas se han producido desde la colonización de la isla. La última, antes de ésta, tuvo lugar en 2004, aunque no se trató de un volcán sepultado bajo el hielo, ya que tal y como se apuntó con anterioridad, la última erupción similar ocurrió en 1821.