La capacidad de sorpresa de los fenómenos meteorológicos no conoce límites, de lo que dan fe un par de espectaculares fotografías que traigo a esta nueva entrada de la bitácora. Una de las mayores demostraciones de fuerza de la Naturaleza es, sin lugar a dudas, la erupción de un volcán, especialmente cuando es explosiva y lanza con violencia a la atmósfera una gran cantidad de materiales, formado un penacho de dimensiones colosales.
Recientemente, los tripulantes de la Estación Espacial Internacional, desde su privilegiada posición –a casi 400 kilómetros de altura–, lograban captar estas impresionantes fotografías de la pluma de un volcán a vista de pájaro. La erupción tenía lugar en una remota isla rusa del Norte del Pacífico.
Impresiona ver, por un lado, el enorme agujero en la capa de nubes, a través del cuál se ha abierto paso el penacho. Dicho boquete lo ha provocado la propia onda expansiva generada por la explosión inicial del volcán. A través del agujero emerge con ímpetu la gigantesca columna de gases ardientes, humo y cenizas, que al ir ganando altura y enfriarse ha provocado la condensación del vapor de agua en su parte superior.
El resultado es una espectacular formación nubosa en forma de huevo, moldeada por los fuertes vientos que soplan en los niveles altos de la atmósfera. La presencia de una inversión térmica favoreció, seguramente, la aparición de esa nube, que en Meteorología identificaríamos con un pileus, y que vista desde abajo adquiere el aspecto de un sombrero o montera que corona en este caso el penacho y en otros muchos los propios torreones nubosos (cúmulos y cumulonimbos).
Las columnas de materiales volcánicos alcanzan con facilidad la alta troposfera (8-10 km de altura) y a menudo logran penetrar de lleno en la estratosfera, dispersándose en esta capa muy eficazmente las partículas, debido a los intensos vientos que soplan en ella. Las grandes erupciones logran inyectar tal cantidad de esos aerosoles a los niveles estratosféricos, que se forma un velo de partículas que llega a formar un anillo en torno al planeta, provocando un enfriamiento significativo a escala global. Numerosos cambios climáticos a lo largo de la historia han sido debidos a la actividad volcánica, si bien estos cambios no son duraderos en el tiempo, ya que poco a poco esos materiales van depositándose sobre la superficie terrestre.