Mar de plástico

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En la anterior imagen del satélite Terra de la NASA aparece la Península Ibérica  prácticamente libre de nubes. Me gustaría llamar su atención sobre una de las manchas blancas que aparecen en ella. Todas menos una se sitúan en zonas de montaña, ya que se trata de la nieve que había en esos momentos depositada sobre el suelo. Destaca sobre todo la de los Pirineos, aunque podemos apreciar también algunas pequeñas manchas en la Cordillera Cantábrica, el Sistema Central y, más al sur, en el entorno de Sierra Nevada. Tomando esa última manchita como referencia, comprobará como hay otra de tamaño similar en la costa almeriense, junto al mar Mediterráneo. Dicha mancha no es el reflejo de la nieve sino de los miles de invernaderos que se concentran en la comarca almeriense de Campo de Dalías.

Una gran parte de las piezas de fruta que tiene en este momento en el frutero de su casa ha sido cultivada en uno de esos invernaderos que tapizan esa gran extensión de nuestro territorio, y que pueden verse sin problemas desde el espacio. Si ponemos el zoom y seleccionamos una imagen a mayor resolución, podemos llegar a apreciar el impresionante mar de plástico que cubre casi en su totalidad la referida comarca almeriense.

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Ya desde las cercanías de la superficie, una fotografía tomada a vista de pájaro sirve para darnos idea de la enorme extensión que ocupan los invernaderos.

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La presencia de todo ese plástico blanco tan reflectante ha contribuido en las últimas dos décadas a enfriar unas cuantas décimas de grado la zona, tal y como demostró hace un par de años un investigador español que analizó con detalle la tendencia de temperatura observada, comparándola con la de otros observatorios cercanos, fuera de la zona de los invernaderos. En estos tiempos que corren en los que los proyectos de geoingeniería están tan en boga, no faltan voces a favor de cubrir de blanco desde algunos glaciares de montaña  a pintar de blanco grandes extensiones de terreno, con el fin de frenar el calentamiento global del planeta puesto en marcha. No creo que el impacto local –aunque significativo– provocado por los invernaderos almerienses pueda ser llevado a la práctica a una escala planetaria. No tendríamos ni plástico ni pintura blanca suficiente para acometer ese faraónico plan, aparte de las incertidumbres inherentes a cualquier procedimiento que evite el normal desarrollo de las cosas. La naturaleza es la que debe marcar el camino.

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