Señales de humo

Si tuviéramos que elegir un indicador que refleje con fidelidad el grado de severidad de los episodios de calor a lo largo de un verano, ese indicador es, sin lugar a dudas, el de la superficie arrasada por el fuego. El binomio fuego-elevadas temperaturas cobra especial protagonismo en esta época del año, lo que se pone de manifiesto en los incendios forestales que salpican los diferentes rincones de la geografía española.

Durante el presente verano, el fuego está siendo especialmente devastador. El último gran incendio afectaba al sur de la isla de La Palma, causando graves destrozos en los municipios de Mazo y Fuencaliente, con miles de personas desalojadas y un balance final de 3.500 hectáreas de masa forestal –pino canario en su mayoría– quemada por el fuego.

Un incendio de grandes dimensiones como el de la “isla bonita” lanza a la atmósfera una enorme cantidad de cenizas, resultantes de la combustión de los cuerpos leñosos y la madera de la vegetación. En el área del incendio se forman enorme columnas de aire caliente con humo que, al ascender con rapidez por la atmósfera, provocan en su parte superior la condensación del vapor de agua y la formación de un tope nuboso de aspecto cumuliforme. La nube en cuestión recibe el nombre de pirocúmulo. La observación en La Palma de grandes pirocúmulos elevándose a mucha altura sobre la parte sur de la isla, constituyó un raro espectáculo para los habitantes de la isla, ya que dadas sus pequeñas dimensiones, nunca llegan a crecer allí grandes nubes convectivas, por lo que el “pirocúmulo palmero” podemos calificarlo de rareza meteorológica.

Vistos desde el espacio, los penachos de humo de los incendios forestales se extienden a lo largo de grandes distancias, cubriendo una vasta superficie. Al ganar altura en la atmósfera, los vientos dominantes son los encargados de dispersar toda esa gran cantidad de aerosoles. Los satélites de observación terrestre permiten obtener, desde su privilegiada posición, espectaculares fotografías de esas enormes plumas. Los incendios de La Palma fueron “cazados” por un par de satélites.

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Esta primera imagen fue tomada el pasado 1 de agosto por el satélite europeo ENVISAT. La orientación del penacho hacia el Oeste es consecuencia de los vientos ardientes de procedencia africana que dieron lugar al episodio de elevadas temperaturas en el archipiélago canario. (Crédito de la imagen: ESA)

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La imagen anterior fue capturada el día siguiente -2 de agosto- por el sensor MODIS del satélite Terra de la NASA. En este caso, apreciamos un cambio en la dirección de los vientos dominantes. El penacho se extiende desde La Palma hacia el SE, en dirección a la vecina isla de La Gomera, que aparece cubierta por el humo. (Crédito de la imagen: NASA)

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