En los últimos años, la cantidad de hielo del Ártico ha sufrido una disminución muy acusada, que los investigadores del clima no han dudado en relacionar con el calentamiento global. Lo cierto es que la dinámica del hielo en latitudes altas del Hemisferio Norte no se puede relacionar únicamente con el aumento de la temperatura, sino también con el comportamiento de las corrientes oceánicas que circunvalan las frías aguas del Átlántico Norte y del Ártico, cuya complejidad y acoplamiento con los subsistemas atmósfera y criosfera no son todavía bien conocidos.
A pesar de nuestro desconocimiento parcial de la realidad climática, la acelerada fusión de hielo observada en los últimos años encaja bastante bien con lo que desde hace tiempo vienen pronosticando los climatólogos y prediciendo los modelos climáticos, y es que las regiones árticas son las zonas más vulnerables a una fase cálida como la que atraviesa el planeta en estos momentos, y en las que de forma más rápida se empezará a notar –es ya una realidad tangible– el efecto de la subida de las temperaturas. A mayor temperatura del aire, más hielo se funde y una mayor superficie marina queda libre de hielos, en contacto directo con ese aire. Esa zona de agua más oscura que el hielo, absorbe mucho más calor y acelera la propia fusión del hielo, en un proceso que técnicamente se llama “retroalimentación positiva” y que en términos populares identificaríamos con la pescadilla que se muerde la cola.
Todo apunta a que en los próximos años iremos asistiendo a un deshielo cada vez mayor en la capa helada que cubre las regiones árticas, con una pérdida creciente de la superficie de hielo flotante sobre el Ártico en los meses de verano. El proceso ya se ha iniciado y debido a esa retroalimentación positiva, nada invita a pensar a que de repente aparezca un mecanismo natural que contrarreste esa acelerada fusión. A raíz del extraordinario deshielo acontecido durante el verano de 2007, que superó con creces las proyecciones más pesimistas que manejaban los científicos, hay quienes prevén para dentro de poco más de una década un Ártico libre de hielos en verano. Se trata de una especulación con cierto fundamento, aunque sin una base científica sólida que lo avale. La complejidad que encierra un asunto como éste, dificulta bastante hacer cualquier proyección hacia el futuro, más allá de la genérica que afirma que cada vez tendremos menos hielo en el Ártico.
La banquisa (hielo flotante) ártica ha comenzado a disminuir, como corresponde a la época del año en que nos encontramos. En las distintas campañas efectuadas en los últimos meses se ha podido certificar la fragilidad del hielo en amplias zonas del Ártico, donde apenas tiene un año de antigüedad y la probabilidad de que se fracture a medida que avance el verano es muy elevada. La mayor preocupación de los científicos no es tanto la tendencia a la baja en la extensión de la banquisa, sino el adelgazamiento de esa capa de hielo, que en muchas zonas apenas supera el metro de espesor.
Esta semana se hacía eco la prensa de las declaraciones por parte de un par de equipos de investigadores alemanes sobre la previsible tasa de deshielo en el Ártico durante el presente verano y la posibilidad de que ésta alcance valores récord. Aunque los científicos matizaban la dificultad del pronóstico y la pequeña probabilidad –un 28%– de que se superen las tasas del verano de 2007, la prensa ha dado un toque catastrófico a la noticia, en la línea de otras muchas que aparecen sobre las consecuencias del calentamiento global. El titular de El Mundo era, por ejemplo, “Pronostican un deshielo estival en el Ártico todavía más pronunciado”. Pego a continuación un extracto de la noticia aparecida en el citado periódico:
“Hemos calculado para el pronóstico de este año que hay más de un 28% de probabilidades de que la capa de hielo en la parte nórdica del Océano Ártico sea a finales del verano más delgada que en 2007, el año en que se midió la hasta ahora mínima densidad”, señaló Rürdiger Gerdes al presentar el estudio.
Gerdes reconoció, no obstante, que teniendo en cuenta que el periodo de deshielo acaba de comenzar, el coeficiente de inseguridad es muy elevado.