50º aniversario

El pasado 1 de abril se cumplió el 50º aniversario de un hecho que marcó un antes y un después en la historia de la Meteorología. Aquel día (1-4-1960) se tomó la primera fotografía de la Tierra desde un satélite artificial, concretamente desde el TIROS-I, que fue el primer satélite meteorológico, proporcionando a los científicos por primera vez una imagen de nuestra atmósfera desde arriba. Aunque desde hacía bastantes años antes, ya se trazaban los frentes en los mapas, nunca antes hasta ese momento se habían podido observar en su plenitud, con sus características formas alargadas, lo que sin duda debió de ser muy emocionante para los meteorólogos de la época.

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El TIROS-I fue lanzado desde Cabo Cañaveral (EEUU), a bordo de un cohete Thor-Able. Con un peso de 122 kg, poco más de un metro de diámetro y 60 centímetros de altura, portaba un par de cámaras con lentes de gran angular y sendas grabadoras de video que permitían almacenar hasta 32 imágenes cuando el sistema de comunicaciones con tierra no estaba operativo. Tal y como se aprecia en la anterior fotografía, todo el satélite estaba recubierto por paneles solares, siendo los encargados de recargar las baterías que permitían el funcionamiento de las cámaras.

A pesar de que sólo pudo estar operativo 78 días, en las 1.302 órbitas que llegó a completar realizó nada menos que 23.000 imágenes de la Tierra, siendo, por ejemplo, captada por primera vez la evolución de un ciclón tropical desde el espacio, amén de un sinfín de fotografías de estructuras nubosas que abrieron el camino a una nueva forma de estudio de la Meteorología. El salto definitivo se dio, cuando algunos años más tarde, las imágenes de satélite empezaron a ser mostradas por TV.

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Como curiosidad final, indicar que el nombre del satélite (TIROS) es la forma abreviada de expresar: Television and Infra-Red Observation Satellite, pero curiosamente no disponía de ninguna cámara sensible a la radiación infrarroja. Posteriormente, otros satélites meteorológicos sí que incorporaron este tipo de dispositivos, permitiendo la visión de las nubes (su señal térmica) con independencia de que fuera de día o de noche, lo que supuso un impulso definitivo a la observación meteorológica.

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