Escribo estas líneas con las tormentas acechando a mi alrededor. En las últimas 24 horas, la actividad tormentosa está siendo notable en diferentes lugares de España, en esta recta final del mes de mayo, aunque el tiempo se estabiliza de cara al fin de semana, en que los cielos estarán cada vez más despejados, con calor in crescendo.
Las tormentas más fuertes dejaron ayer importantes granizadas por tierras manchegas y en las sierras del sur del Sistema Ibérico. Fuera de nuestras fronteras, tampoco se han librado de las tormentas nuestros vecinos franceses, ni tampoco los alemanes; en este último país con susto incluido en forma de tornado. También está siendo una temporada excepcionalmente movida en EEUU en lo que a tornados se refiere.
En algunas tormentas se han visto a veces los escurridizos “rayos en bola”, si bien una reciente investigación plantea la posibilidad de que parte de las personas que aseguran haberlos visto podían haber sufrido algún tipo de alucinación. Copio a continuación la noticia publicada recientemente en NeoFronteras:
El primer informe sobre un rayo de bola se dio en 1754 en San Petersburgo, cuando el doctor Richmann, tratando de emular a Benjamín Franklin en el experimento de la cometa, murió fulminado por un rayo. Sin embargo, se han sido visto pocos rayos de bola, y rara vez han sido fotografiado.
Debido a que su existencia es de difícil explicación por el electromagnetismo convencional, hay docenas de teorías exóticas que explican, o tratan de explicar, el rayo de bola. Estas teorías incluyen la posible existencia de partículas calientes de silicatos o plasma cuando el rayo vaporiza el terreno al caer, pero también se han propuesto modelos teóricos complicados que explicarían estos eventos. Por otro lado, también se han conseguido algunos remedos en el laboratorio. Pero, ¿y si realmente no existieran los rayos de bola en el medio natural?, ¿cómo podríamos entonces explicar los informes existentes sobre sus avistamientos (alguno confundido con un OVNI)? Según unos físicos puede que los rayos de bola sean en realidad alucinaciones inducidas magnéticamente, ya que en el laboratorio el fenómeno se puede replicar.
La estimulación magnética transcraneal (EMT) es una poderosa técnica que usan los neurocientíficos para estudiar el cerebro. Se inventó en los años ochenta y desde entonces ha venido sido una herramienta potente para investigar el funcionamiento del cerebro. Con ella pueden alterar a voluntad de manera reversible el normal funcionamiento de determinadas regiones del cerebro para saber así cómo funcionan.
La EMT se basa en la aplicación de un campo magnético variable (de entre 1 Hz a 50 Hz) lo suficientemente potente como para inducir corrientes en las neuronas. La intensidad de este campo puede llegar a ser de 0,5 Teslas en el cerebro. Gracias a que se puede concentrar este campo magnético intenso en una región reducidas es posible inducir corrientes en áreas específicas lo suficientemente pequeñas. Si, por ejemplo, se aplica este campo al córtex visual del sujeto, éste ve objetos luminosos con la apariencia de discos, burbujas, óvalos o líneas. A estos “objetos” se les denomina fosfenos. Si se desplaza el campo entonces el supuesto “objeto luminoso” se desplaza por el campo visual del sujeto.
Según Joseph Peer y Alexander Kendl, ambos de la Universidad de Innsbruck en Austria, si esto pasa en el laboratorio quizás también pase en la naturaleza. Han calculado que los cambios rápidos del campo magnético asociados a la descarga de rayos y relámpagos son lo suficientemente poderosos como para inducir alucinaciones si se dan a menos de 200 metros de distancia.
Para que sea un fenómeno raro como es, la descarga eléctrica debe ser de un tipo especial en la que hay descargas repetidas sobre el mismo punto durante unos pocos segundos (suficientes como para ver el fenómeno durante un tiempo), un fenómeno que ocurre entre un 1% y un 5% de todas las veces en las que hay descargas. También calculan que no es necesario que el sujeto que experimente este fenómeno se encuentre en el exterior, sino que puede “ver” el fenómeno desde la seguridad de una casa o desde el la cabina de mando de un avión. Al parecer, en el exterior, y a una distancia de menos de 200, puede que no quede testigo sobre el evento, por lo que el avistamiento desde un lugar seguro es más probable.
Las alucinaciones que experimentarían estos sujetos serían muy similares a las que se inducen en el laboratorio cuando se usa EMT: bolas o líneas luminosas que aparecen flotar en el espacio en frente del sujeto. Esto es justo lo que comentan las personas que dicen haber visto un rayo de bola. Informarían sobre el avistamiento de un “rayo de bola” debido a una preconcepción que ya tendrían sobre ellos.
Aunque ésta es una idea interesante, que explica un fenómeno sobre el que se ha informado reiteradamente, también nos hace preguntarnos en qué otras circunstancias los campos magnéticos ambientales pueden producir alucinaciones de otro tipo. ¿Habrá alucinaciones auditivas o místicas?
FUENTE: NeoFronteras (http://neofronteras.com/?p=3142)