Llegaron las nevadas

Ha tenido que transcurrir casi un tercio del presente invierno para ver las típicas estampas de nieve en algunos lugares de nuestro país. El episodio que hemos tenido días atrás no ha supuesto un cambio de tendencia meteorológica, ya que vuelven a dominar las altas presiones sobre la mayor parte de España, en lo que viene siendo la tónica de los últimos meses.

El seco y templado otoño dio paso a un invierno que comenzó por los mismos derroteros, sin apenas nevadas en nuestras montañas, lo que mantiene en vilo a los responsables de las estaciones de esquí, ya que su negocio depende sobre manera del blanco elemento. Contemplar, por ejemplo, desde Madrid capital, la Sierra de Guarrama sin apenas nieve a estas alturas del año, causa bastante extrañeza y cierta preocupación, que irá aumentando si sigue sin llover ni nevar, pues están en juego nuestras reservas hídricas.

Las nevadas de estos días no han llegado a ser muy generalizadas, ya que ha faltado algo de frío para que la borrasca que circuló por el sur de la Península dejara nieve en grandes cantidades. A pesar de ello, ha habido zonas donde ha nevado con cierta generosidad. Lo hizo en la cara norte del Sistema Central, alcanzando la nieve a una amplia franja de las provincias de Ávila y Segovia, incluidas sus capitales. En la siguiente fotografía (© Antonio Tanarro) vemos el aspecto que tenía una calle del centro de Segovia el pasado lunes, 16 de enero.

Pero los mayores espesores se recogieron en Sierra Nevada y por algunas zonas altas del interior de Murcia y Alicante, ya que fue por el extremo Sur de la Península y también por el Este, donde tuvieron lugar las mayores precipitaciones. En cotas bajas llovió con abundancia, lo que algo más arriba fue en forma de nieve. La situación sinóptica era, a priori, propicia para dejar importantes nevadas por el cuadrante SE de la Península. Se produjeron únicamente en cotas superiores a los 800-900 m, ya que la temperatura previa a la llegada de la borrasca no era demasiado baja. De haberlo sido, este episodio de nevadas hubiera sido mucho más destacado. En la siguiente figura vemos el espesor que alcanzaba la nieve –aprox. medio metro– en la parte baja de la estación de Sierra Nevada (© Antonio Serrano).

La borrasca que nos visitó no ha supuesto un cambio de patrón atmosférico (al menos a corto y medio plazo), ya que el bloqueo anticiclónico sigue marcando la pauta, impidiendo, de momento, que lleguen nuevas borrascas a la Península Ibérica. Por lo tanto, seguiremos hablando de nieblas, heladas y tiempo en general estable. Es lo que de momento toca.

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Mar embravecida

Una vez más, y van unas cuantas en los últimos años, un fuerte temporal provoca graves destrozos en las costas españolas. En esta ocasión ha sido el Cantábrico el área más afectada por el embate de las olas, alguna de ellas de hasta 21 metros de altura, lo que da idea del excepcional oleaje que ha provocado el paso de la profunda borrasca Becky.

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Después del temporal llega la calma y la hora de hacer balance. Los vientos, que en algunos enclaves del norte de Galicia alcanzaron los 120 km/h, han ido aflojando en las últimas horas y el estado del mar lentamente va volviendo a la normalidad, aunque todavía mantiene un grado de agitación destacable. Aparte de los importantes destrozos que ha provocado el oleaje en no pocas dársenas y paseos marítimos del litoral cantábrico, lo peor de este episodio han sido los dos muertos y la persona desaparecida que ha dejado el temporal a su paso.

La costa norte de Galicia ha sido uno de los enclaves donde la incidencia de las gigantescas olas ha sido mayor. El paseo marítimo de A Coruña literalmente fue comido por el mar, quedando destrozado en gran parte. Fue tal la fuerza del agua que se llegaron a arrancar de cuajo las ventanas de algunos edificios cercanos. Los desperfectos se contaban por centenares a lo largo de la toda la costa norte coruñesa y en la Marina lucense, sin olvidarnos del resto del Cantábrico. En Santander y Bilbao el nivel del mar subió 60 y 56 centímetros respectivamente, lo que supone los niveles más elevados de los últimos 50 años, y ha tenido también su reflejo en la magnitud de los daños ocasionados por dicha subida. De haber coincidido además con la pleamar, el balance hubiera sido mucho peor.

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Una de las informaciones que pude leer en la prensa local gallega, señalaba que en Cabo Vilán (Camariñas) alguna de las olas llegó a alcanzar los 21 metros de altura, lo que justifica por mucho márgen la alerta roja que el lunes activó AEMET para todo el litoral norte de Galicia.  Siempre que tiene lugar un temporal en el Cantábrico se dan a conocer los datos de altura de olas y casi siempre nos sorprende un dato que parece fuera de escala, como el de esos 21 metros, que sería equivalente a un edificio de 4 plantas. Lo cierto es que durante este episodio, en aguas abiertas se llegaron a medir 11,6 m de altura significante en la boya de Vilano-Sisargas y 10,7 m en la de Cabo Silleiro, llegándose a los 10 metros en el resto del Cantábrico.

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Puertos del Estado gestiona una red de boyas de aguas profundas (red exterior) y otra, compuesta de 26 boyas, para la medida del oleaje y la temperatura del agua en zonas próximas a la costa, de poca profundidad. Ese dato de los 11,6 m de la boya situada mar adentro a la altura de Cabo Vilano, registrado durante la madrugada del pasado martes (9-11-2010), es un valor promedio calculado a partir de las olas más altas registradas durante períodos de media hora. Las olas más altas que tienen lugar son entre 1,6 y 1,8 veces la del promedio que registra la boya, de ahí que pueda estimarse que en algún momento de aquella madrugada se formó alguna ola gigante de 21 metros en la zona referida.

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Panales de nubes

Hace algún tiempo llamó mi atención una noticia que tenía a las nubes como protagonistas. Entre las frases que se destacaban de la misma, una de ellas despertaba mi curiosidad: “Las nubes se comunican entre ellas, de forma parecida a los grillos con su canto o las luciérnagas con sus fogonazos en una noche de verano”. Tan sorprendente revelación quedaba justificada al leer la información completa que paso a comentar.

La noticia, reproducida en varios periódicos y boletines de noticias de Internet, se hacía eco de un comunicado de la Administración Oceánica y Atmosférica de los EEUU (NOAA), donde se adelantaban las principales conclusiones de un estudio llevado a cabo por varios científicos de esa institución, recientemente publicado en la revista Nature. El citado estudio revela que las masas nubosas que se forman sobre los océanos adoptan un patrón de organización que los investigadores equiparan al movimiento de una bandada de pájaros o de un sistema de dunas. “Siguen los principios de los sistemas autoorganizados; espontáneamente forman estructuras dinámicas y coherentes que tienden a repararse a sí mismas y se resisten a los cambios”, comentaban desde el Laboratorio Nacional del Noroeste del Pacífico de EEUU, que también ha participado en el trabajo.

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Cualquier pasajero en un avión, dicen los investigadores, habrá observado que las nubes sobre el océano forman una estructura con aspecto de edredón. Bajando de escala, las estructuras a modo de parches que forman esa colcha algodonosa, con tendencia a formar una malla hexagonal, se dividen entre las que están rellenos de nube (“células cerradas”) y las que dejan huecos (“células abiertas”) con un aspecto similar a un panal de abejas. Estos mantos nubosos que se extienden sobre grandes extensiones de la superficie marina son nubes del género estratocúmulo.

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Empleando complejos modelos informáticos y datos recogidos desde barcos que han navegado bajo dichos mantos de estratocúmulos, los autores del estudio han descrito la evolución de esos panales de nubes, su formación y su dinámica. Se trata de una estructura dinámica que va cambiando con el paso del tiempo, de manera que donde en un momento determinado hay un hueco de una celdilla, algo después tendremos una pared nubosa del panal, y viceversa. Según los responsables del estudio, la lluvia y las corrientes convectivas que se generan en las celdas que forman el panal son las responsables de transmitir ese patrón nuboso a lo largo de toda la estructura,  cambiando a lo largo del tiempo pero manteniendo la misma forma global.

Al caer la lluvia se disipan las nubes y el aire se enfría en su recorrido, generándose corrientes de aire descendente que chocan entre sí, expandiéndose hacia los lados y virando en sentido ascendente. El aire de la superficie, calentado por el sol a través de los huecos de las celdillas, asciende y forma nubes que forman paredes verticales donde no las había. Con estos mecanismos se van haciendo y deshaciendo nubes continuamente en la estructura del panal. “Los elementos de los campos de nubes se organizan de tal forma que se comunican unos con otros y provocan episodios regulares de lluvia”, explica el físico de la NOAA Graham Feingold. ”Las nubes en este tipo de sistemas llueven casi al unísono”, añade.

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Este importante descubrimiento no sólo ayudará a comprender mejor la Meteorología, sino que contribuirá al estudio del cambio climático.  No hay que olvidar que los océanos cubren la mayor parte de la Tierra, y que dependiendo de cuál sea la cobertura nubosa una mayor o menor cantidad de radiación solar es reflejada hacia el espacio.

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Ciclogénesis mediterránea

El primer gran temporal del otoño en el Mediterráneo no se ha hecho esperar. La formación de una chiquita pero matona borrasca, de características ciertamente singulares, en las inmediaciones del archipiélago balear, provocó unas olas enormes y vientos muy intensos, amén de lluvias torrenciales en algunos lugares, lo que ha hecho que en más de un medio de comunicación compararan esa borrasca con un pequeño huracán. Lo cierto es que las borrascas que se forman sobre las cálidas aguas mediterráneas presentan algunos rasgos similares al de los ciclones tropicales, salvando las distancias.

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A estos ciclones se les bautizó hace algunos años como “Medicanes”; término que resulta de la fusión de las palabras inglesas Mediterranean y Hurricane. La fuerte convección que tiene lugar en el seno de estas borrascas, provocada en buena medida por el elevado contenido de humedad que contiene el aire en esta época del año sobre las cálidas aguas mediterráneas, acelera la ciclogénesis, llegando incluso a formarse durante algunas horas un pequeño “ojo” en la parte central de la estructura (ver imagen superior), recordándonos su imagen desde el Meteosat a la de un huracán en miniatura.

La subida de nivel del mar, ayudada por las grandes olas que generó en torno suyo el Medicane, ha tenido un efecto devastador en kilómetros y kilómetros de playas, tanto de Baleares como del arco mediterráneo que va desde las costas de Cataluña hasta el litoral de Murcia. Los millones de euros que se gastan todos los años en regenerar artificialmente muchas playas de nuestro litoral, de poco han servido, pues el mar, en menos de 24 horas, se ha engullido playas enteras, anegando no pocos paseos marítimos y bajos de construcciones cercanas, lo que, una vez más, deja grandes pérdidas económicas.

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Una y otra vez la Naturaleza se encarga de decirnos que esta ahí y que no podemos darle la espalda y presumir orgullosos de que la dominamos. Somos vulnerables a muchas de sus manifestaciones, especialmente a las de tipo meteorológico. En un escenario de crisis económica como el actual, los destrozos provocados por este temporal serán especialmente dolorosos para las arcas de papá Estado, lo que repercutirá en nuestros bolsillos. Lo peor de todo es que no será el último episodio meteorológico adverso que nos “regale” el otoño.

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Lluvia roja de Kerala

Cada cierto tiempo leemos en la prensa noticias que hacen referencia a algún fenómeno extraño y misterioso que ha tenido lugar en algún lugar del mundo y que está íntimamente relacionado con el cielo, en particular con el medio atmosférico. Las lluvias raras son una constante a lo largo de la historia. Las más clásicas son las de peces y ranas, de las que existen miles de crónicas tanto antiguas como recientes. Por ejemplo, una de las famosas plagas de Egipto que relata la Biblia fue una lluvia de ranas. Se suelen justificar estas lluvias con la presencia de un tornado o tromba marina, que sería el/la encargado/a de succionar a esos animalillos y desplazarlos por el aire a otro sitio distante, en el que precipitan como si de gotas de agua se tratase.

Algo más habituales son las lluvias rojas que a veces caen sobre nosotros y que manchan todo lo que tocan. En este caso, enormes cantidades de polvo en suspensión procedente de un área desértica se incorporan a las gotas y gotitas de agua de las nubes y terminan precipitando. En el SE peninsular y Baleares, dada su proximidad al gigantesco desierto del Sahara, son relativamente frecuentes estas lluvias sucias, llamadas también “lluvias de sangre” por el intenso color rojizo que tiene el agua, debido al elevado contenido en hierro del polvo y la arena procedentes del desierto. Inicialmente se pensó en una causa parecida para explicar las lluvias rojas que cayeron en la región hindú de Kerala entre el 25 de julio y el 23 de septiembre de 2001, pero los primeros análisis del agua de lluvia desvelaron algo sorprendente.

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Vistas a través del microscopio, las muestras de agua mostraron una gran cantidad de células de color rojizo, similares a algunos microbios terrestres o a nuestros glóbulos rojos sanguíneos, pero pronto se puso de manifiesto su carácter singular. La teoría de que fueran esporas o células que se hubieran trasladado a la estratosfera debido a la acción mecánica de un ciclón tropical o similar fue pronto desechada, ya que en aquellas fechas no se tiene constancia del paso de ciclones tropicales por la zona del Índico que baña las costas de Kerala. Se estima que allí cayeron unas 50 toneladas de esas partículas a lo largo de ese par de meses, lo que invalida la hipótesis del ciclón.

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El físico Godfrey Louis fue el que tomó las riendas de la investigación de esta misteriosa lluvia, y lo que empezó a desconcertarlo fue el hecho de que en las muestras analizadas no apareció rastro alguno de ADN. Esta circunstancia le llevó a publicar un trabajo en 2006 donde barajaba la posibilidad de que dicho material fuera extraterrestre y hubiera llegado a la atmósfera procedente de un meteorito o un resto cometario que se habría desintegrado al atravesarla.

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Pero sin duda, las últimas investigaciones, dadas a conocer en fechas recientes, son las que resultan más desconcertantes. Los científicos A. Santhosh Kumar y el propio Godfrey Louis descubrieron que la longitud de onda de la fluorescencia de estas células varía en función de la estimulación que reciban, sin que hasta la fecha se conociera ningún organismo terrestre que actuara así. Por otro lado, las células rojas son capaces de reproducirse a temperaturas del orden de los 120 ºC, algo impensable, ni siquiera para los extremófilos, por lo que cobra fuerza la hipótesis del origen extraterrestre. El debate entre los científicos que están a favor y en contra de la panspermia (hipótesis que sugiere que las bacterias existen por todo el Universo y que la vida en la Tierra surgió gracias a la llegada a nuestro planeta de tales “semillas”) no es nuevo, pero esta misteriosa lluvia puede arrojar luz sobre esta delicada cuestión de enorme trascendencia.

FUENTE: http://destylou-misterios.blogspot.com/

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Comenzó el otoño

Escribo estas líneas pocas horas después de que haya comenzado oficialmente el otoño de 2010, según dicta la mecánica celeste. El tiempo que observo a través de mi ventana es ciertamente otoñal, pues hoy los cielos de prácticamente toda España se han teñido de color gris y la amenaza de lluvia está presente. Si la meteorología popular no falla, tras unos días con tiempo fresco, nuboso y algo desapacible, hacia mitad de la próxima semana, coincidiendo con la festividad de San Miguel, se despejarán los cielos y subirán las temperaturas, como corresponde al primero de los veranillos otoñales que pregona el refranero. Echando un vistazo a las predicciones a medio plazo todo apunta a que este año ese repunte térmico llegará con algo de retraso.

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Dejamos atrás uno de los veranos más calurosos de los últimos años –el octavo más cálido de los últimos 40, según AEMET–, manteniéndose la tendencia alcista reciente, ya que en los primeros diez años del presente siglo se concentran más veranos cálidos o muy cálidos que en cualquier otra década anterior. Aunque no ha sido un año de muchos récords de calor, sí que destaca el episodio que tuvimos por la Comunidad Valenciana y la Región de Murcia el pasado 27 de agosto, en el que se registraron las temperaturas más elevadas del verano en España, con picos de hasta 44 ºC en algunas localidades valencianas. En Valencia capital se alcanzó el valor más alto de toda su serie histórica con 43 ºC.

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En el último tramo del verano, el tiempo ha mostrado ya los primeros tintes otoñales, en forma principalmente de tormentas y de una bajada general de las temperaturas, que falta hacía. Ahora tenemos por delante tres meses en los que presumiblemente veremos llover, aunque no parece que de forma excesiva. En la habitual rueda de prensa que ofrece AEMET a los medios poco antes del inicio una nueva estación, el Jefe de Predicción de la Agencia, Fermín Elizaga, aseguraba el pasado martes con respecto a este próximo otoño que “parece que hay una tendencia a unas precipitaciones por debajo de los niveles normales”. De momento, no parece que las borrascas atlánticas vayan a llegar a la Península Ibérica desde posiciones tan al sur como lo hicieron el invierno pasado, lo que obedece a una circulación menos sinuosa del chorro polar, que es, en definitiva, el que dicta los caprichos del tiempo.

De todas formas, y aunque el pronóstico estacional que hizo AEMET para el verano de 2010 dio en la diana al pronosticar un verano muy cálido, este tipo de predicciones hay que seguir mirándolas un poco con reservas, pues todavía queda mucho trabajo para perfeccionarlas. Aunque no se anuncia un otoño excesivamente lluvioso, contamos con bastantes recursos hídricos como consecuencia de las lluvias recogidas a lo largo del presente año, por lo que, de momento, la sequía no acecha, aunque no hay que bajar la guardia.

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Alcanzado ya el equinoccio de otoño, los días se irán acortando de forma muy perceptible en las próximas jornadas y los colores del otoño irán inundando nuestros bosques y jardines, produciéndose una caída masiva de las hojas de los árboles. Tiene su encanto el otoño, principalmente esos días de temperaturas suaves que invitan a pasear, a la espera de los primeros fríos que a mitad de la estación nos anunciarán ya la llegada del invierno.

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Calor sin parangón

A falta de menos de dos semanas para que concluya oficialmente la estación del calor, el verano de 2010 se ha ganado un puesto de honor en la historia del clima terrestre en su etapa instrumental –que alcanza algo más de 150 años–, si bien la excepcionalidad del episodio de calor que ha golpeado con extrema severidad y persistencia a Rusia puede llevarnos bastante más atrás en el tiempo, del orden de mil años, sin que exista en ese dilatado período de la historia un precedente conocido de similares características.

De tintes parecidos a lo ocurrido durante el verano de 2003 en buena parte de Europa Occidental, este año ha sido el enorme territorio ruso y zonas adyacentes el área afectada por una ola de calor que ha reventado todas las estadísticas climatológicas. El que dos eventos tan extraordinarios hayan ocurrido en el breve lapso temporal de 7 años merece sin duda una reflexión sobre los signos de cambio que está mostrando el clima, si bien se requieren algunos años más de observaciones para tener la certeza de que estamos asistiendo a dicho cambio y no a las fluctuaciones habituales y caprichosas a las que nos tiene acostumbrados el sistema climático.

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Son tantos los records de temperatura que han saltado por los aires en Rusia que cuesta trabajo resumir, si quiera someramente, los más destacados. La entrada en escena de una potente dorsal anticiclónica fue la encargada de instalar sobre aquel vasto territorio una masa de aire excepcionalmente seca y cálida, lo que dio como resultado un clima más propio de nuestro ámbito mediterráneo durante la canícula, si bien la intensidad del calor y los picos de temperatura fueron sensiblemente superiores este verano en plena estepa rusa que por tierras ibéricas. La temperatura media del mes de julio en Moscú (18,3 ºC) quedó pulverizada este pasado julio, con un valor de 26 ºC, lo que supone nada menos que 7,7 grados más.

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Durante ese mes se superaron en Moscú los 30 ºC la friolera de 22 días –14 de ellos consecutivos– y nada menos que 9 se superaron los 35. El record de temperatura máxima absoluta de la capital rusa se batió a lo largo de este verano en 7 ocasiones, quedando establecido en 38, 2 ºC, alcanzados el pasado 29 de julio. Ese día la temperatura durante la madrugada no bajó de los 26 ºC, algo sin duda insólito por aquellas tierras, lo mismo que el hecho de que tuvieran muchas noches tropicales –hasta 8 seguidas entre el 16 y el 24 de julio– en que la temperatura no llegó a bajar de 20 ºC. Estos registros extraordinarios alcanzados en Moscú pueden extenderse a muchas otras zonas del territorio ruso, donde el calor tampoco dio tregua. Se llegaron a superar los 30 ºC en localidades situadas en la Península de Kola, por encima del Círculo Polar Ártico. También se dispararon los termómetros en pleno corazón de Siberia, en lugares donde en invierno se registran algunas de las temperaturas más bajas de la Tierra. Concretamente en Ojmjakon, donde todos los inviernos la temperatura baja con pasmosa facilidad de los -50 ºC, el 26 de julio se registró una máxima de 33,8 ºC.

El intenso calor y los devastadores incendios que se declararon por muchos bosques de Rusia hicieron irrespirable el aire en extensas áreas de territorio ruso, aumentando dramáticamente las tasas de mortalidad en muchas ciudades, incluida la capital, Moscú. La magnitud de los incendios queda reflejada en la cifra de superficie arrasada por el fuego, nada menos que 500.000 km2, lo que representa un poco menos que la superficie de España. La mayor parte de esa inmensa porción de tierra era boscosa, lo que conlleva un importante impacto medioambiental.

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En una próxima entrada daremos un breve repaso a lo que dio de sí el verano en España, indicando cuáles han sido los datos de temperatura más significativos. Sin llegar al nivel del episodio de calor de Rusia, la canícula ha sido también muy destacada por nuestros lares, habiéndose batido algún record histórico de máxima como el del observatorio de Valencia (43 ºC el 27 de agosto).

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En busca del fresco

Todos los años por estas fechas viajo a Asturias, donde paso la mayor parte del mes de agosto. El verano en Madrid –mi lugar habitual de residencia–, lo mismo que en muchas otras zonas del centro-sur de la Península Ibérica, se hace duro de llevar durante la canícula. Este pasado mes de julio ha sido especialmente caluroso, con muchas noches tropicales (en las que la temperatura no llega a bajar de 20 ºC) y sin apenas tregua con las temperaturas máximas, que muchos días superaron los 35 ºC.

Por ahora la predicción estacional sobre el verano que AEMET dio a conocer cuando la primavera tocó a su fin, se está cumpliendo con meritoria exactitud. Queda por ver si el intenso calor se mantiene firme durante agosto y la primera mitad de septiembre, en cuyo caso podremos tildar de “muy caluroso” al verano de 2010 y dar un voto de confianza a la citada predicción estacional.

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Con la llegada de los intensos calores, a uno siempre le queda el refugio de Asturias y del resto del área cantábrica, donde la suavidad de las temperaturas está garantizada, aún en los años con veranos muy calurosos, tal y como va camino el de 2010. Puntualmente, en el Cantábrico las máximas pueden también repuntar por encima de los 30 ºC, acercándose a los 35 ºC, por tierras asturianas, pero en el cómputo global del verano, los días con temperaturas máximas en torno a los 25 ºC son la mayoría, por no hablar de las frescas, incluso frías, noches estivales.

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Poder salir a dar un paseo a las cinco de la tarde, rodeado de verdes prados y frondosos árboles con abundantes sombras y el susurro permanente del agua, o pasear ligeramente abrigado a la caída de la noche es una de las cosas que más ansío cuando se acercan las vacaciones y los primeros calores de la temporada comienzan a incomodarme en los madriles. A la vuelta de Asturias retomaré esta bitácora. Será entonces el momento de hacer balance del verano, al que por ahora no le faltan noticias de índole meteorológico, como la destacadísima ola de calor que está afectando a Rusia, provocando devastadores incendios y varias decenas de fallecidos.

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Cita en El Escorial

Un año más, la localidad madrileña de San Lorenzo de El Escorial se convertirá este verano en un hervidero cultural, gracias a la celebración de los Cursos de Verano de la Universidad Complutense de Madrid. En la presente edición tendrá lugar el curso: Meteorología, comunicación y servicio público, patrocinado por la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) y dirigido por su portavoz oficial y responsable de Comunicación, Ángel Rivera.

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El curso se celebrará entre los días 12 y 16 de julio de 2010 en la citada localidad serrana y durante esos 5 días tendrán lugar en él un total de 8 conferencias y 4 mesas redondas que girarán en torno a las cuestiones que plantea el nombre del curso, algo que no sólo incumbe a los profesionales de la Meteorología, sino a toda la ciudadanía. Las mesas redondas tienen los siguientes títulos: “¿Conocemos realmente el valor de la información meteorológica?” (lunes 12 de julio), “¿Cómo aumentar la utilidad de los avisos meteorológicos?” (martes 13 de julio), “El papel de los medios en la comunicación meteorológica (miércoles 14 de julio) y “El camino a seguir” (jueves 15 de julio).

Los objetivos y las razones que han llevado a la celebración del Curso quedan expuestas en el siguiente texto preparado por Ángel Rivera:

“En los últimos años las predicciones meteorológicas han alcanzado un elevado nivel de calidad debido a los nuevos métodos de observación de la atmósfera y al desarrollo de sofisticados modelos físico-matemáticos. Ello ha dado lugar a la realización de productos de predicción con un alto grado de fiabilidad así como a la emisión de avisos certeros sobre la ocurrencia de fenómenos atmosféricos de alto impacto. Todo ello ha dado lugar a que la información meteorológica se considere en estos momentos de forma muy valiosa en multitud de actividades sociales, económicas y medioambientales.”

”Sin embargo, no han llegado a desarrollarse del mismo modo las metodologías y las herramientas adecuadas para transmitir a los usuarios la ingente cantidad de datos que ahora están disponibles ni sobre la forma de hacer el uso más eficaz de ellos. Ello ha conducido con cierta frecuencia a la desinformación o a la información deficiente de amplios sectores de la población ante el advenimiento de un fenómeno meteorológico que en principio había sido adecuadamente previsto por los sistemas meteorológicos. Debe señalarse además que un tanto por ciento elevado de la información meteorológica disponible diariamente en un Servicio Meteorológico no llega al usuario debido a problemas de comunicación, tanto a nivel de emisores como de transmisores y receptores. Se trata por tanto de un problema que transciende el puro ámbito meteorológico e interesa también a comunicadores y a expertos en ciencias sociales.”

“De acuerdo con todo ello, la Agencia Estatal de Meteorología tiene un gran interés en el desarrollo de este curso cuya finalidad concreta es la de reunir a meteorólogos,  expertos en protección civil, periodistas, sociólogos y psicólogos sociales de modo que puedan revisar conjuntamente estos temas y reflexionar sobre el camino a recorrer de forma coordinada. De éste modo podrá asegurarse la mejor y más adecuada recepción y utilización de la información meteorológica por la sociedad española.”

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Desde estas líneas no me queda más que animarle a inscribirse en este interesante curso, para lo cuál le facilito un enlace donde se amplía toda la información:

http://www.ucm.es/info/cv/subweb/prog/programas/72111.html

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Alucinaciones celestes

Escribo estas líneas con las tormentas acechando a mi alrededor. En las últimas 24 horas, la actividad tormentosa está siendo notable en diferentes lugares de España, en esta recta final del mes de mayo, aunque el tiempo se estabiliza de cara al fin de semana, en que los cielos estarán cada vez más despejados, con calor in crescendo.

Las tormentas más fuertes dejaron ayer importantes granizadas por tierras manchegas y en las sierras del sur del Sistema Ibérico. Fuera de nuestras fronteras, tampoco se han librado de las tormentas nuestros vecinos franceses, ni tampoco los alemanes; en este último país con susto incluido en forma de tornado. También está siendo una temporada excepcionalmente movida en EEUU en lo que a tornados se refiere.

En algunas tormentas se han visto a veces los escurridizos “rayos en bola”, si bien una reciente investigación plantea la posibilidad de que parte de las personas que aseguran haberlos visto podían haber sufrido algún tipo de alucinación. Copio a continuación la noticia publicada recientemente en NeoFronteras:

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El primer informe sobre un rayo de bola se dio en 1754 en San Petersburgo, cuando el doctor Richmann, tratando de emular a Benjamín Franklin en el experimento de la cometa, murió fulminado por un rayo. Sin embargo, se han sido visto pocos rayos de bola, y rara vez han sido fotografiado.

Debido a que su existencia es de difícil explicación por el electromagnetismo convencional, hay docenas de teorías exóticas que explican, o tratan de explicar, el rayo de bola. Estas teorías incluyen la posible existencia de partículas calientes de silicatos o plasma cuando el rayo vaporiza el terreno al caer, pero también se han propuesto modelos teóricos complicados que explicarían estos eventos. Por otro lado, también se han conseguido algunos remedos en el laboratorio. Pero, ¿y si realmente no existieran los rayos de bola en el medio natural?, ¿cómo podríamos entonces explicar los informes existentes sobre sus avistamientos (alguno confundido con un OVNI)? Según unos físicos puede que los rayos de bola sean en realidad alucinaciones inducidas magnéticamente, ya que en el laboratorio el fenómeno se puede replicar.

La estimulación magnética transcraneal (EMT) es una poderosa técnica que usan los neurocientíficos para estudiar el cerebro. Se inventó en los años ochenta y desde entonces ha venido sido una herramienta potente para investigar el funcionamiento del cerebro. Con ella pueden alterar a voluntad de manera reversible el normal funcionamiento de determinadas regiones del cerebro para saber así cómo funcionan.

La EMT se basa en la aplicación de un campo magnético variable (de entre 1 Hz a 50 Hz) lo suficientemente potente como para inducir corrientes en las neuronas. La intensidad de este campo puede llegar a ser de 0,5 Teslas en el cerebro. Gracias a que se puede concentrar este campo magnético intenso en una región reducidas es posible inducir corrientes en áreas específicas lo suficientemente pequeñas. Si, por ejemplo, se aplica este campo al córtex visual del sujeto, éste ve objetos luminosos con la apariencia de discos, burbujas, óvalos o líneas. A estos “objetos” se les denomina fosfenos. Si se desplaza el campo entonces el supuesto “objeto luminoso” se desplaza por el campo visual del sujeto.

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Según Joseph Peer y Alexander Kendl, ambos de la Universidad de Innsbruck en Austria, si esto pasa en el laboratorio quizás también pase en la naturaleza. Han calculado que los cambios rápidos del campo magnético asociados a la descarga de rayos y relámpagos son lo suficientemente poderosos como para inducir alucinaciones si se dan a menos de 200 metros de distancia.

Para que sea un fenómeno raro como es, la descarga eléctrica debe ser de un tipo especial en la que hay descargas repetidas sobre el mismo punto durante unos pocos segundos (suficientes como para ver el fenómeno durante un tiempo), un fenómeno que ocurre entre un 1% y un 5% de todas las veces en las que hay descargas. También calculan que no es necesario que el sujeto que experimente este fenómeno se encuentre en el exterior, sino que puede “ver” el fenómeno desde la seguridad de una casa o desde el la cabina de mando de un avión. Al parecer, en el exterior, y a una distancia de menos de 200, puede que no quede testigo sobre el evento, por lo que el avistamiento desde un lugar seguro es más probable.

Las alucinaciones que experimentarían estos sujetos serían muy similares a las que se inducen en el laboratorio cuando se usa EMT: bolas o líneas luminosas que aparecen flotar en el espacio en frente del sujeto. Esto es justo lo que comentan las personas que dicen haber visto un rayo de bola. Informarían sobre el avistamiento de un “rayo de bola” debido a una preconcepción que ya tendrían sobre ellos.

Aunque ésta es una idea interesante, que explica un fenómeno sobre el que se ha informado reiteradamente, también nos hace preguntarnos en qué otras circunstancias los campos magnéticos ambientales pueden producir alucinaciones de otro tipo. ¿Habrá alucinaciones auditivas o místicas?

FUENTE: NeoFronteras (http://neofronteras.com/?p=3142)

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